La historia que está a punto de renovarse comenzó en 1955. Un Vallehermoso que estrenaba su ansiada carretera entre El Ingenio y el Casco, y que buscaba —con el alma en la garganta— un motivo para celebrarse, para reencontrarse, para encender la alegría en tiempos todavía marcados por la dureza de la posguerra.
Ese año, los corazones de dos barrios comenzaron a latir al unísono. Y lo hicieron alrededor de una figura: la Virgen del Carmen, Patrona de pantaneros y pantaneras. Desde entonces, cada lustro, esta tierra se prepara para algo más que una fiesta: se dispone a vivir un reencuentro profundo con su fe, su historia y su gente.
Fue Don Manuel Díaz Luján, el párroco de entonces, quien lo entendió con claridad. Y tejió con su comunidad un calendario emocional que aún hoy marca los años terminados en 0 o en 5. Así nació la Bajada Lustral. Y lo que comenzó como un acto promovido por la Iglesia y el Ayuntamiento, pronto se transformó en un estallido popular que ha atravesado generaciones enteras.
La Virgen del Carmen llegará de nuevo desde su santuario en el Barranco de El Ingenio, como lo ha hecho cada vez que el calendario lustral lo ha reclamado. Las chácaras, los tambores, las alfombras de flores y los balcones engalanados ya se intuyen. Se siente en el aire. Porque Vallehermoso no olvida lo que le hace vibrar.
Y aunque 2020 quedó marcado como el año en que todo se detuvo —la pandemia nos robó aquella edición— y en 2022 hubo que improvisar un regreso extraordinario, ahora, en 2025, todo vuelve a su curso natural. Esta será la decimoquinta edición de las Fiestas Lustrales. Y promete ser histórica.
Muy pronto, la Traída del Fuego recorrerá los caminos entre barrios, desde la costa de La Rajita hasta el corazón del pueblo. El pregón prenderá emociones. Las galas llenarán de luz la plaza. Las calles volverán a escuchar los ecos de un pueblo entero latiendo al ritmo de su tradición.
La Bajada, ese 16 de julio que todos guardan con fervor, se vivirá como siempre: con los ojos brillantes, los pasos lentos y el alma encendida.
Y cuando llegue el momento de despedir a la Virgen y devolverla a su ermita, nos llevaremos con nosotros la certeza de que este amor compartido no se apaga. Que cada lustro, mientras Vallehermoso respire, las Fiestas Lustrales volverán a florecer.
Porque en El Ingenio está el corazón.
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